Editorial

El blog de Alberto Varela: Una decisión en soledad

Vagabundo espiritual

Quiero publicar mi primera editorial apoyado en una idea que me sigue y persigue durante muchas décadas:

LA SOLEDAD.

En el momento en que estoy más acompañado que en toda mi vida, y que con un equipo de profesionales estamos poniendo en marcha este proyecto de difusión internacional de mis textos, siento una vez más el sentimiento de soledad.  Parece que es fundamental sentirlo cuando se da un paso más allá de toda limitación.

Este acto de publicar una página web y blog con cientos de textos que vengo escribiendo en las ultimas dos décadas, es un acto de atrevimiento, de coraje y de entrega que proviene de una decisión que la he tomado yo solo.

Los programadores dirigidos por Álvaro Arias me están acompañando y haciendo posible materializar esta idea. También me apoyan las diferentes correctoras de estilo, los diseñadores y creativos, y por supuesto me apoyan y acompañan las personas que comparten funciones empresariales dentro de la organización internacional que he fundado, como son Paula Carmona, Oscar Gómez, Dejan Bosnyacobik, Hugo Oklander, Laura Torrabadella, Isamar Gutierrez, Michela Quaglia, Erik Moreno, Sergio Sanz, Darwin Grajales, Walter Bisio, Bruno Maroto, Ramón Alán Henríquez Gurrola, María Aguilar, Francisco Esqueda, Victor Jimenez Chico, Pedro Artuñedo Nieto, Alessandra Gandolfo,  Hendara Rico,Cesar Gil Jimenez, Gloria Eugenia Sànchez Ramirez, Elian David Varela Elizondo, Erika Ojeda, Eliel Gomez Segura,  Francesca Morgante  y John Feenton.

Gracias a todos vosotros.

Texto extraído del libro escrito entre el año 2006 y 2008 y que próximamente se publicará:

Crónica de un vagabundo espiritual   

Alberto Varela           Diciembre 2006

Engañosa y sabia Soledad: Somos partes aparentemente separadas del todo.

No creo que haya una comprensión más difícil de asimilar que la idea de que estamos solos; que por más acompañado que estemos y que por más que nos rodeen millones de personas, siempre estaremos solos, que así venimos y así nos vamos. En este capítulo hablaré sobre la consciencia de soledad que necesita un buscador.

El viaje de búsqueda de un vagabundo espiritual le obliga a llevar consigo una idea que impregne todo su equipaje, y esa idea nunca la puede abandonar pues sería muy peligroso continuar olvidándose de ella; esa idea es que está sólo. El día que se olvide de esto, se arriesgará la continuidad de su viaje en busca de si mismo.

Un vagabundo es alguien que va sólo, no necesita compañía alguna, llevar compañía sería una carga que no le permitiría moverse en libertad. Un vagabundo decide por sí mismo cada movimiento, cada paso que da; sabe donde detenerse y sabe cuando volver a marchar. No consulta a nadie cuanto tiempo se tiene que quedar en cada lugar, no duda en irse cuando lo siente así, aunque haya llegado al mejor de los sitios e incluso aunque le ofrezcan la mejor de las propuestas. Puede quedarse y aceptar aquello que le ofrecen, disfrutarlo y sacarle provecho, un buscador espiritual no sabe decir NO a las propuestas, las escucha a todas sin excepción, pero accede “solo” a las que el solo siente acceder, y sabe que nunca se quedará allí, que ningún sitio es el destino final por ello no firma contratos indefinidos pero tampoco pone fecha de vencimiento a sus compromisos. El sabe que su camino seguirá, en otra parte y con otra situación. Un vagabundo es un buscador tesonero, inconformista, que pone siempre su mirada por encima de todo lo que se ve,  mira más allá de las aparentes conveniencias e intereses y de lo que se puede evaluar. De hecho que al iniciar el camino el vagabundo ha tenido que abandonar apegos y dependencias, así ha partido y así continuará, sin mirar atrás.

Esto lo repito una y otra vez: “Aquí estoy yo, en soledad, así es como he nacido y así es como moriré, en la más absoluta soledad”  ese sentimiento de soledad me viene acompañando desde que tengo uso de razón; es un sentimiento de infinita utilidad; es lo que me ha salvado de culpar a otros por lo que a mí me sucede, pues todo lo que a mi viene es todo lo que merezco, yo mismo lo produzco; también me ha impedido apoyarme y cargar mi peso en otras personas;  mi peso es mío y de nadie más, cargo con lo mío y no acepto cargas ajenas; y además me ha bloqueado toda posibilidad de excusarme por no poder hacer algo por causas fuera de mi, si yo no quiero es porque no puedo y si no puedo es porque no quiero.

Todo empieza y acaba en mí, nadie puede estar metido dentro de mí. Estoy sólo, esa es la idea.

Preciosa soledad

La soledad es una realidad existencial de la que no nos podemos escapar. La soledad no sólo es el silencio en donde nace la libertad de ser uno mismo, sino que también es una terapia meditativa constante; si es que la soledad no la vemos como enemiga,  si es que no proviene de un aislamiento, si es que no sucede por un resentimiento social;  la soledad que se siente y disfruta es llamada por el maestro Osho como”solitud”, es el estado armonioso con la idea de estar solos; es una preciosa soledad porque allí sucede el milagro de la comprensión de lo que somos, de dónde venimos y adónde vamos y es por eso que un vagabundo espiritual se enamora perdidamente de la soledad. Será su compañera hasta el final del camino. La aceptación de la soledad como realidad es la primera puerta que se abre con dirección hacia dentro del buscador. En soledad es donde se comienza a ver.

La consciencia de soledad es el seguro de supervivencia del vagabundo espiritual, sabe que nadie le va a acompañar jamás, puede tener compañía, compartir con personas que ame durante el camino, pero que, incluso en el momento de mayor intimidad con esas personas, sabrá que está sólo. Puede amar y estar con quienes ama toda la vida, pero siempre estará solo.

Entender la soledad como realidad existencial es el fundamento que puede sostenernos en una travesía impredecible en donde una sola mirada hacia fuera puede distraernos y hasta hacernos detener este maravilloso viaje.

Maravillosa estrategia egóica

En realidad la soledad es una mentira, nadie está sólo en verdad; pero al comienzo del viaje es vital armonizarse con la soledad para comprender que no hay nadie más para iniciar la búsqueda, uno mismo está y estará ahí, decidiendo, haciéndose cargo, enfrentado las situaciones, integrando los aprendizajes, saliendo adelante… Y luego, más adelante, todo vagabundo que continúa su camino, se da cuenta que nunca ha estado solo, nunca;  y que nunca nadie ha estado solo jamás, que la soledad es una sensación que se produce por la aparente separatividad con el todo. No se puede estar sólo en una existencia en la que todo es una sola cosa y una sola realidad en la que todo está relacionado y unido con todo.  Somos uno. La existencia es una. Todo lo que en ella existe también es una sola cosa. Las cosas parecen estar separadas por espacios y distancias pero no es así, es una apariencia nada más; incluso la nada forma parte del todo, es el tejido conectivo de todo lo que existe en el plano material. Lo conecta todo con todo. La nada nos acerca y nos une, nos abraza íntimamente a todos por los lazos del amor, por eso Osho decía que el amor no es una relación sino aquello que nos relaciona con el todo.  Porque el amor es esa sutil conectividad que lo une todo.

Sí, es cierto que estamos solos, pero unidos entre sí, pegados, haciendo una misma cosa, dando origen a la misma cosa: la existencia. Por ello existir es tan precioso, porque es ser parte del todo. Por ello vagabundear es tan apasionante, porque el vagabundeo reproduce un viaje por órbitas energéticas desconocidas, aquellas que venimos recorriendo hace millones de años. Pero ahora aquí, en el plano de lo material, dentro de un cuerpo, en un planeta lejano, metidos en una realidad carnal que anhela reconectar con su eterna esencia espiritual.

La existencia es una, yo soy uno con la existencia y tú también. NO HAY SOLEDAD,  esa es una idea necesariamente mentirosa, necesaria sólo para el comienzo del viaje, porque estamos tan acostumbrados a depender, a apoyarnos, a pedir ayuda, a que nos salven, que no podemos comenzar a confiar en nosotros mismos.  Cuando un vagabundo espiritual inicia su viaje debe saber que está sólo aunque sea por un instante, así es como comienza a confiar. La idea de la soledad es una estratagema para desconectarse con todos y permitir que nazca la confianza en uno mismo, es la manera más efectiva y elegante para deshacerse de los demás, de quitarlos del camino, es la forma en que la consciencia da un paso hacia la comprensión de la totalidad.

La soledad no es mía ni tuya, es de la existencia. La existencia sí que está sola y ella es una sola, no hay otra cosa que la existencia. En todo viaje que por ella se haga no se estará solo jamás.

En este viaje como vagabundo espiritual me han acompañado las estrellas, los ríos, el sol y la luna, las nubes, el mar, las montañas, los animales y las plantas, hasta las personas, sean quienes sean, han sido mis compañeras, incluso los enemigos y los que nunca he conocido.

Un vagabundo espiritual percibe con claridad que sentirte solo ha sido una invención transitoriamente útil.

Nunca has estado solo. No estás solo. Nunca lo estarás. Aunque dentro te sientas solo, mira fuera observa todo lo que te rodea, estás acompañado por el todo. Anímate a confiar primero en ti, la confianza es el combustible eterno que se produce cuando se comprende la idea transitoria de la soledad.

Podrás formar parte de muchos grupos,  tener familia, vivir en comunas, mezclarte con la multitud, pero recuerda que, en cuanto a lo que de verdad importa y a aquello que te salvará ante cualquier situación, todo está en ti y tú consciencia de soledad te permitirá hacer frente a la vida y sus asuntos.

El vagabundo espiritual me ha dicho susurrándome al oído: “No tengas miedo Alberto, no te sientas solo, aquello que guía a las estrellas te guía a ti también. La misma energía que mueve a las galaxias también nos mueve a los seres humanos, la misma sabiduría que expande los espacios exteriores es capaz de expandir los espacios interiores”.

La vida la atravesamos solos pero acompañados por toda la existencia. Que maravillosa contrariedad.

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